Le debo a mi esposo Federico el descubrimiento del placer y los beneficios de caminar. Como bien sabemos la vida citadina de San José no es muy caminable, desde niños nos han acostumbrado al automóvil y sus aceras y cruces peatonales muchas veces inexistentes.
Mis primeras caminatas fueron en la ciudad natal de mi marido, cuando cumplía con los cursos mi beca de maestría en La Universidad Nacional de Córdoba. Caminaba desde el mitológico Barrio Alberdi hasta el centro, otras veces desde el centro a la ciudad Universitaria, subiendo por Hipólito Yrigoyen, una avenida ancha que atraviesa el corazón de Nueva Córdoba.
Cuando nos fuimos a vivir juntos a Los Yoses empecé a caminar con Fede. Solíamos ir hasta “Chepe” o a Barrio Amón por el Paseo de las Damas, a la “Cali” o por Francisco Peralta, haciendo paradas en el Parque Francia, que nadie visitaba por aquellos entonces. Caminando con él redescubrí la ciudad, entré a lobbies de hoteles viejos, a cafés, a librerías, descubrí que sus calles sencillas estaban llenas de historias invisibles a los ojos de los automovilistas.
También descubrí que caminar es tan bueno para la salud deportiva como para el alma y la mente. Caminar te desembota, te relaja, despierta nuevas ideas y te hace más consciente del entorno donde vivís, de su paisaje y su gente. Si caminas en solitario se transforma en un ejercicio introspectivo y si lo haces acompañado en el más social que pueda existir, ya que su dinámica pausada habilita la charla.
Cuando nos mudamos al barrio La Granja descubrimos la UCR y su comunidad de atletas y caminadores de toda índole. Fue durante mi embarazo que comenzamos a caminar debajo de sus árboles, descubriendo sus académicos osos perezosos y pedacitos de parque para descansar. Cuando Julia nació, por seguridad y cercanía nuestras primeras caminatas con el cochecito fueron allí.
Después de años de ver la ciudad desde el parabrisas de mi carro la he comenzado a mirar desde el genuino horizonte de mi ojos, de frente y no de refilón por la ventanilla, en igualdad de condiciones. Creo que más allá de lo cardiovascular, caminar nos ubica en el universo, nos geolocaliza en el entorno urbano y humano donde vivimos, nos hace entender sus perspectivas y dimensiones reales.
Soy consciente de que esta ciudad tiene grandes limitaciones para el ciudadano que se aventura sobre sus pies, pero aún así hay muchos espacios que podemos aprovechar para dar un paseo y unir dos puntos del Waze con nuestros pies.