Como profesionales y como creativos, nos han enseñado que tenemos que acomodar nuestro estilo al cliente y desafiar los retos.
Pero, vamos a levantarnos y gritar “¡Objeción!” ¿Por qué? Porque no tenés que recibir órdenes
Tu proceso , es lo que va a asegurarle a tus clientes que van a obtener un excelente trabajo y experiencia.
Tu proceso es lo que te da el insumo que necesitás de tu cliente. Por su puesto, tu trabajo es hecho para ellos. Pero en la medida en la que empezás a compartir más el trabajo que de verdad amás, vas a atraer la atención hacia tu estética o tu enfoque.
¿Por qué no adueñarte de ese estilo tuyo y hacerte conocer por él?
No tenés que ser un camaleón creativo y borrar toda huella de tu propio estilo o perspectiva con el fin de crear para otros, guiarlos y aconsejarles.
Por supuesto queremos crear (y crear resultados) para nuestros clientes. Pero esto no se debe confundir con convertirte en un títere. ¿Cómo hacemos para balancear un acercamiento empático a los gustos y las necesidades del cliente con la afirmación de nuestro estilo creativo?
Tu creatividad y tus conocimientos conforman tu manera de servir. Tu creatividad es tu aporte a la fiesta. ¿Pero cómo sería si fuera el tipo de creativo conocido por su excelente estilo particular, su honestidad directa y reveladora, o su acercamiento insólitamente sutil pero instintivo? ¿Cómo sería si pudieras ser el amigo que no se deja guiar por la lista de regalos pedidos, siempre regalando las cosas más pensadas, inesperadas, memorables y personalizadas?
Ese es un regalo en sí – ser capaz de crear algo que calce completamente con la persona a quien se lo regalás, pero que tenga una esencia que siempre le recuerda a vos. Puede que ni siquiera se dé cuenta, pero vos estás entretejido en el regalo y eso forma parte de la razón por la cual lo ama. No solo fuiste invitado a la fiesta para que trajeras un regalo, sino por lo que aportás.