Desde que Julia nació, algo que nos ha encantado a mi esposo y a mí es su energía interminable. Es cosa de todos los días que mi casa esté inundada por sus risas, sus preguntas y su cabecita llena de rulos rubios corriendo por los pasillos.
Siempre intentamos estar disponibles para adentrarnos en su locura con juegos al aire libre, imaginar que construimos ciudades y cuentos inventados, pero esto no siempre es posible, en especial en la época de julio cuando ella está de vacaciones y nosotros trabajando.
Es aquí en donde la posibilidad de llevarla conmigo al trabajo es una ayuda tremenda, ojo, que tiene sus pros y sus contras.
Antes, llevar a Julia a la oficina era demasiado fácil, una bebé de meses que dormía durante toda la reunión, me dejaba enviar facturas y agendar reuniones sin problemas. Sin embargo, a sus 3 años ahora baila por todo lado mientras inventa historias en voz alta.
Lo ideal es que el día que vayamos a llevar a nuestros hijos, lo planifiquemos. No podemos esperar que se sienten en un cubículo por ochos horas quietos y callados, al final del día son niños. Si les organizamos tareas a ellos también, se sentirán inolucrados y entenderán poco a poco que mamá también trabaja. Es una oportunidad para compartir con ellos y no descuidar nuestras labores.
Recientemente, necesitaba hacer un viaje corto a Liberia de negocios y ví ahí la oportunidad de pasear con Julia. Escogí “La Poderosa” como destino, una experiencia tipo safari, y armé de un equipo poderoso: mi mamá y mi sobrino. El equipo es sumamente necesario y una ayuda inmensa que te permite tener la paz de ir baño.
De esta forma, un día lo pasamos jugando a los exploradores, entre las pieles manchadas de jirafas y cebras y el siguiente, yo en una entrevista. Fue un balance entre una salida no tan costosa, diferente y que me permitiría pasar el tiempo de calidad con mi familia.
Claro, todo esto suena demasiado bueno para ser verdad porque no puede serlo el 100% de las veces. Recuerdo que la última vez que llevé a Julia a una reunión de trabajo, hace aproximadamente dos meses. Nos fue terrible.
Desde que entramos por la puerta, noté que su energía era demasiada y antes de sentarme a hablar de negocios, ya Julia me estaba pidiendo que la acompañara al baño. Cuando no era eso, se le escapaban “mamá tengo hambre”, “quiero ver videos” o un simple “estoy aburrida”. Yo entraba y salía de la oficina con la esperanza de que tal vez si le compraba las galletas o la llevaba al baño nos daría tiempo de ver aunque sea uno de los primeros puntos en la agenda. Naturalmente, nos fue imposible.
Por suerte era con una cliente de mucha confianza y entre ella repitiendo que no me preocupara y yo sudando terminamos la reunión.
Como todo en la vida, es como estar en un sube y baja con puntos álgidos y otros no tanto. La diferencia es que quien está jugando con vos al otro lado es un niña pequeña que todavía no comprende a la perfección que mamá la adora, pero que también tiene que trabajar.
En Costa Rica, es poco usual que las oficinas permitan llevar a los hijos al trabajo. Existen modalidades de guarderías, como en la Universidad de Costa Rica, pero llevarlos a las oficinas no siempre está disponible.
A lo largo de estos tres años con Julia, he luchado por hablar del tema y creo las organizaciones no están diseñadas para adaptarse a la maternidad moderna. Esperan que uno escoja entre ser mamá o empresaria, cosa que no es igual para los papás.
Soy una mujer que está sumamente orgullosa de ser madre, pero en la oficina, soy una empresaria. No quiero hablar de mi hija en una reunión, quiero presentarles la estrategia de marketing que diseñé.
Lo que sí quiero es un espacio para ella en mi oficina. Un espacio que me permita llevarla cuando se vuelve imposible dejarla con alguien de confianza y realizar mis labores de la forma más eficaz.
Como sociedad necesitamos modernizarnos, no sacrificar ser madre o trabajadora. Por eso hago lo que hago, escribir y normalizar el tema.